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sábado, 25 de agosto de 2007

El dinero como dinero




Ahora bien, hasta aquí estamos describiendo una sociedad donde el oro circula constantemente permitiendo así un constante movimiento de las mercancías. El dinero funciona como un medio que permite realizar un fin que se desprende de la razón misma de ser de las mercancías: el metabolismo social que requiere que las mercancías se cambien. Por lo tanto, hasta aquí estamos describiendo una sociedad que no atribuye al dinero más que su función de permitir el intercambio. Una vez que el vendedor se desprende de su mercancía, vuelve al mercado para adquirir otro valor de uso. Es decir que el fin último del vendedor es hacerse de otro valor de uso para satisfacer sus necesidades.

Sin embargo, no es esto lo que ocurre en la sociedad capitalista. En mi opinión, esto se aplica mejor a una economía intersticial donde los productores son lo suficientemente pobres como para tener que gastar todo su ingreso en la satisfacción inmediata de sus necesidades. Por lo tanto, no debe extrañarnos que en esta clase de organización de la producción el dinero cumpla, en los hechos, con la sola función de ser un medio de circulación.

Sin embargo, a medida que se desarrolla el capitalismo, se desarrolla también la acumulación. El sistema capitalista introduce cambios en las mentalidades de los hombres y estos cambios van a introducir una nueva función del dinero.

Supongamos que realizáramos una encuesta callejera preguntando a la gente: "¿Qué entiende por "ser rico"?". Probablemente, la respuesta que obtendríamos en la mayoría de los casos sería "ser rico es tener mucho dinero". Ésta es precisamente la mentalidad que guía al atesorador quien busca acumular la mayor cantidad posible de dinero. Sin embargo, este dinero ya no volverá a la circulación, no volverá a salir del tesoro. Su carácter de valor se ha desdibujado y sólo cuenta como valor de uso. El atesorador desea acumular dinero porque tiene un valor de uso para él y no por su absoluta enajenabilidad que le permitiría comprar cualquier otra mercancía.

Aquí encontramos una contradicción entre esta función del dinero y las anteriores: si el dinero no va al mercado a relacionarse con las demás mercancías, a reconocerlas como equivalentes particulares, ha perdido una de sus funciones: la de oficiar como un medio de circulación. Es decir, que el dinero se ha independizado de tal forma que ya se ha transformado en un fin en sí mismo, ha dejado de cumplir con la función para la que fue creado originariamente. Recordemos que Marx nos dice, en el capítulo II, que el dinero surgía de la necesidad social de facilitar el intercambio. El oro se transformaba así en una mercancía universalmente aceptada como medio de compra. Así surgía la función del dinero como medio de circulación.

Sin embargo, con el atesoramiento, el dinero se niega a sí mismo en su función de permitir la circulación de las mercancías y entra así en flagrante contradicción con su razón de ser originaria. En un principio, el dinero surgía como un paso necesario dentro del desarrollo de la mercancía: no podía realizarse el intercambio mercantil sin la presencia del dinero. Y precisamente, la necesidad de intercambiar mercancías surge del tipo de organización de la producción que caracteriza al capitalismo: la división social del trabajo con productores privados e independientes.

En el dinero como medio de pago o como dinero mundial no hay diferencias fundamentales (en este aspecto) con el rol del atesorador. El deudor también busca al dinero para pagar deudas y no para adquirir otros valores de uso, para hacer circular mercancías. El dinero como medio de pago también pierde la función de ser un medio de circulación de las mercancías. En efecto, vemos que éstas se mueven aún en ausencia del dinero. Por lo tanto, en este caso se tergiversa el ciclo M - D - M puesto que ya no es necesario el cambio de manos del dinero en el momento mismo en que la mercancía cambia de manos. En rigor, ya ni siquiera es absolutamente necesario el dinero para realizar transacciones porque cuando se desarrolla el dinero crediticio, las compensaciones entre bancos hacen que el dinero ni siquiera entre en circulación (se cancelan las deudas mediante un clearing bancario). Hasta podríamos imaginar una situación extrema en que las mercancías circularan sin necesidad de dinero. Supongamos que hubiera dos productores (A y B) que producen distintas mercancías. Las mercancías que ambos producen tienen un precio de una onza de oro. Suponemos que A le compra a B y B le compra a A. Entonces, el productor A le firma a B un cheque y B le firma otro a A por el mismo valor. El día en que se realice el clearing, los bancos compensarán las cuentas y no habrá necesidad de un movimiento de dinero para cancelar las transacciones. Las mercancías han circulado pero no así el dinero.

Por lo tanto, aquí vemos que el dinero se ha desligado de su función de medio de circulación. Sin embargo, su necesidad como medida de valor sigue tan presente como al principio. Las mercancías que se compran y se venden aún tienen un precio expresado idealmente. Si una manzana vale una onza de oro, ése será su valor de cambio sin importar el momento en que sea pagada la transacción. Sin embargo, la segunda función del dinero ya no aparece como necesaria. Así llegamos a una conclusión curiosa: el dinero ha dejado de cumplir la función para la que fuera creado: permitir la circulación de las mercancías. Ahora vemos que ya no es necesaria la presencia efectiva del dinero en el proceso de intercambio.


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